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Buscando a Amílkar.

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Esta es la historia de dos niños que vivían  en un lugar maravilloso,  la montaña de la Barrealosa,  zona cafetalera del Estado Portuguesa en Venezuela.  Amílkar, el hermano mayor, le encantaba jugar en el campo y ayudar a su madre con las tareas de la finca: atender las vacas, sembrar el café, alimentar a los cerdos, las gallinas y los perros,   era un niño muy   inquieto, travieso,   le gustaba correr y explorar por todas partes, se montaba en los árboles, corría por los largos caminos. Tenía un hermano un poco más pequeño,   se llamaba Reny, con un temperamento más tranquilo, los dos jugaban mucho y se acompañaban en sus travesuras. Amílkar era inquieto, le gustaba ir al colegio, pero su rebeldía no lo ayudaba; muchas veces hacia caso omiso a lo que le decía su maestra Gladys, un día se molestó lanzándole  los cuadernos, la maestra era paciente,   muy sensible y lo ayudaba mucho, el niño avanzaba poco a poco.   En la Barrealosa, las escuelas estaban separadas de los caseríos

EL primer amor.

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  Recuerdo verte sentadito con tu sonrisa infantil, rulos amarillos, pecas traviesas, uniforme bien planchado y zapaticos negros pulidos. Me encantaba tu sonrisa y tus locas ocurrencias. Compartía mi Cocosette contigo y también el pan que con amor me llevaba mi mami a las 9:00 am, hora del receso. Jugábamos la ere y el escondite, me encantaba que me buscarás detrás de los arbustos y al final del patio cerca de las paredes deterioradas del colegio. Eras muy inteligente y la maestra orgullosa te felicitaba con mucha alegría. Yo en cambio iba poco a poco, me daba pena pedirte ayuda en mis tareas sencillas. Me entristecía sino te veía en la mañana, sabía que estabas enfermo o en alguna diligencia con tu mamá. Una vez la maestra pregunto: - ¿Qué niño les gusta? Recuerdo que te mire y estabas distraído. ¡No sé, si gustabas de mi! Sólo sé que hace poco encontré un papel con letra infantil, donde te manifestaba mi amor. Lo leí con ternura y lo volví a doblar, recordando con gran sentimiento m

Poesia II

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  Ser feliz es verte, caminando hacia mí, con una mirada pícara, abriéndome los brazos a la felicidad. Te invito a leer mi libro "Descubre lo extraordinario en ti" 

Poesía I

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  Febrero romántico, me deja anclada en tu mirada, y en tu sonrisa, que se fuga cuando quiero atraparla entre mis labios.  Te invito a leer mi libro, "Descubre lo extraordinario en ti"

Déjame sabor al pensarte.

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  Déjame sabor al pensarte… sabor a patilla, fresca y ligera. sabor a poesía, con rimas de amor. sabor a sal, que quema las heridas. sabor a manzanilla, relajante y fresca. sabor a nota musical, con ritmo y melodía. sabor a azúcar, dulce y traviesa. sabor a mar, con la fuerza de sus olas. sabor a estrella, que ilumina el firmamento. sabor a rosas, con aroma de mujer. sabor a lluvia, que relaja y limpia.  sabor a perfume, que invade nuestra alcoba.  sabor amargo, cuando te veo partir. sabor a ti... amor verdadero. déjame  sabor al pensarte... Te invito a leer mi libro: "Descubre lo extraordinario en ti"  

Mi día perfecto

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  En una taller de emociones, me preguntaron:  ¿Cómo sería mi día perfecto? nunca lo había pensado porque mis días son en mucho sentido imperfectos, sin embargo analizandolo bien, escribí lo siguiente:  Mi día perfecto... ... es aquel donde me me levanto con la seguridad de que Dios va a caminar conmigo y me da la sabiduría para afrontar mis incertidumbres. ... cuando me río a carcajadas con un amigo y echamos cuento de cosas simples. ... es aquel, donde todo fluye y mi mente por ratos puede descansar, para escuchar con detenimiento mi mundo interior.   ... cuando me consigo con los míos y disfruto con ellos, solamente para valorar su presencia.  ... es aquel donde  me enfoco totalmente y puedo organizar eficientemente mi trabajo y mi vida personal. ... cuando percibo que mi cuerpo descansa totalmente y no siento fatiga.  ... es aquel donde  tengo los mejores recuerdos del verdadero amor. ... cuando disfruto de un buen chocolate  o de una agradable cerveza.  ... es el día, cuando digo

La caja (Cuento)

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  Traía sus manos ocupadas y no sabía dónde darle al objeto un  reposo oportuno, el silencio gris de su casa la atontaba y no podía pensar. Detrás de ella,   llegaron sus hermanas, con la alegría que las determinaba, deseaban confortar a Laura, venían con dulces y chocolates, sonreían y entre tanto arreglaban para compartir un buen rato.   Laura aún sin recuperarse del profundo  impacto,     se dio cuenta que todavía no había soltado aquel objeto pesado y frio que le causaba mucha aflicción. Su mente era una ráfaga de recuerdos, unos felices, otros tristes, intentaba no llorar, quería mantenerse fuerte.   Ya era el momento de desprenderse de lo que la mantenía ocupada, buscando llegar a la cómoda de su cuarto y allí disponer tocarla con gran meditación. Salió de manera tranquila, intentando no generar preguntas de su estado de ánimo,   pues no estaría dispuesta a sobrecargar de tristezas y dudas a aquellas que vinieron a animarla. Aquella caja en su habitación representaba el