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Mostrando entradas de diciembre 8, 2019

El adviento

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por Mariene Piñero El adviento es tiempo de alegría, nos preparamos para recibir en nuestro corazón a Jesús, con humildad y sencillez, un Rey que nació en un pesebre, para demostrarnos que lo  más importante es la riqueza del alma y del corazón. Para prepararnos debemos hacer cosas sencillas que nos permitan sensibilizarnos ante este bebé frágil que cambiará el rumbo de nuestra vida, estamos tan llenos de culpa, rabia, de palabras no dichas, de acciones no cumplidas, pérdidas de tiempo, de cosas o sentimientos superfluos, que es necesario dejarlos ir para abrir nuestro corazón a Dios. Es necesario ser humildes, reconocer que sin Dios no somos nada, lo necesitamos   en nuestra vida para que ésta florezca y tenga un verdadero significado. Doblegar nuestro ego espiritual, lleno de soberbia, altanería, posesiones, exceso de trabajo, egoísmo, reconociendo que dentro de nuestra humanidad, espiritualmente somos más fuertes a través de la esencia de Cristo y podemos con él s

Amoris Laetitia(Comentada)

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[5/10 09:54 a.m.]   La Alegría del Amor. Papa Francisco 13. De este encuentro, que sana la soledad, surgen la generación y la familia. Este es el segundo detalle que podemos destacar: Adán, que es también el hombre de todos los tiempos y de todas las regiones de nuestro planeta, junto con su mujer, da origen a una nueva familia, como repite Jesús citando el Génesis: «Se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne» (Mt 19,5; cf. Gn2,24). El verbo «unirse» en el original hebreo indica una estrecha sintonía, una adhesión física e interior, hasta el punto que se utiliza para describir la unión con Dios: «Mi alma está unida a ti» (Sal 63,9), canta el orante. Se evoca así la unión matrimonial no solamente en su dimensión sexual y corpórea sino también en su donación voluntaria de amor. El fruto de esta unión es «ser una sola carne», sea en el abrazo físico, sea en la unión de los corazones y de las vidas y, quizás, en el hijo que nacerá de los dos, el cual llevará en sí,

Amoris Laetitia (Comentada)

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[24/9 10:37 p.m.] PAPA FRANCISCO.   LA ALEGRÍA DEL AMOR 11. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera «escultura» viviente —no aquella de piedra u oro que el Decálogo prohíbe—, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios (cf. Gn 1,28; 9,7; 17,2-5.16; 28,3; 35,11; 48,3-4). A esto se debe el que la narración del Génesis, siguiendo la llamada «tradición sacerdotal», esté atravesada por varias secuencias genealógicas (cf. 4,17-22.25-26; 5; 10; 11,10-32; 25,1-4.12-17.19-26; 36), porque la capacidad de generar de la pareja humana es el camino por el cual se desarrolla la historia de la salvación. Bajo esta luz, la relación fecunda de la pareja se vuelve una imagen para descubrir y describir el misterio de Dios, fundamental en la visión cristiana de la Trinidad que contempla en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu de amor. El Dios Trinidad es comunión de amor, y la familia es su r