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Meditación Cristiana

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  Como católica debemos hacer oración, ya que es lo que alimenta el alma y nutre nuestra espiritualidad, sin embargo el ruido mental es muy fuerte, cuesta concentrarse o establecer un contacto más directo con Dios. Admiro a los monjes budistas , cuya disciplina les permite meditar   con frecuencia, dejar su mente en blanco, actividad que los ayuda a liberarse del lastre que muchas veces acumulamos de nuestro afán diario. Conversando con una Hermana consagrada, a la cual le comentaba sobre mi dificultad de concentrarme para realizar la oración y mantenerme en ella, me facilitó un pequeño folleto   sobre la Meditación Cristiana. La meditación cristiana, consiste en una práctica simple de meditación con Dios , esta es una oración contemplativa, donde el silencio se impone para abrirnos de una manera más íntima a su contacto. Nuestro mayor anhelo consiste en conocer cada vez más a Dios y tener una comunicación más efectiva.    Es una oración de abandono, donde lo importante es de

Ventanas

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Vamos a analizar algunas ventanas que tenemos los seres humanos. Los ojos son las ventanas del alma, nos permiten percibir nuestro mundo y mirar con amor muchas cosas. Nuestros oídos son las ventanas del corazón, perciben lo que quiere transmitir el otro y nos ayuda a ser más empático . Nuestra conciencia es la ventana a la reflexión, ayuda a comprender lo que pasa a nuestro alrededor. Nuestra boca, funciona como doble ventana, hacia afuera transmitiendo el mejor de los lenguajes y hacia adentro para nutrirnos del mundo. Nuestra piel es la ventana del contacto, del abrazo y la caricia afectiva. Nuestro cerebro es la ventana al conocimiento, razonamiento y emociones, aprendamos a usarla de la mejor manera. Nuestros órganos son las ventanas de la salud, por eso lloran cuando son maltratados. Nuestra vida es la ventana al amor y a la libertad, podemos hacer con ella lo mejor con lo que realmente tenemos. ¡Que hermosas ventanas! agradece cada día a Dios cada una de ellas, que con tanta &qu

El Covid-19 llegó a mi casa

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  En marzo me contagie de Covid-19, llevando la enfermedad a mi casa, enfermó también mi hermana y luego mi cuñado.   Gracias a Dios nos dio muy leve a mi hermana y a mí, con síntomas constantes y tal como lo dice el reporte médico: malestar general, fiebre, pérdida de olfato y gusto al 4to día, dos  semanas convalecientes y dos semanas más con malestar y cansancio físico.   Mi cuñado no tuvo la misma suerte, tenía graves problemas respiratorios  y a las dos semanas y tuvimos que correr con él a nivel de médicos y tratamiento, gracias a Dios ya va saliendo de su gravedad y se encuentra estable.   El covid-19 es la enfermedad del aislamiento, debes estar solo por lo menos 20 días, es muy triste, sin embargo no me sentí tan aislada porque mi casa es pequeña y los ruidos ayudan a minimizar la soledad.   Lo bueno es que contaba con mis familiares y amigos que estuvieron pendientes de nuestro cuadro médico y a través de nuestros teléfonos nos acompañaron.   Muchos decían que después de

Pastillas para el alma

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  Una vez que viajaba de Barquisimeto a Caracas, después de pasar unas vacaciones en casa de mis padres, me sentí muy mal en el autobús, por un fuerte dolor de cabeza que inclusive me causó ganas de vomitar y mareos. En ese momento no cargaba analgésicos y era tan fuerte el dolor que pasé por cada puesto del vehículo pidiendo una pastilla, para comprobar con asombro que nadie tenía o simplemente no querían compartir, llegué a Caracas casi desmayándome y   ese día manifesté que nunca me faltaría en un viaje el pastillero y que si alguien necesitaría en algún momento de mis pastillas no dudaría en ayudarlo, gracias a Dios,   así lo he hecho hasta ahora. Así pasa en la vida, vamos   transitando sin pensar que podemos dar algo tan sencillo como una pastilla, una palabra, un poco de dinero en   efectivo, un abrazo, un vaso de agua, etc. para aliviar el dolor o malestar de aquella persona con la cual nos topamos de paso. Nuestro ego está tan inflado que creemos que no necesitamos ayuda