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El ocupante del faro.

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   Caminaba por la playa plácidamente, las olas del mar estaban fuertes y la brisa alborotaba mi cabello. Me sentía triste, muchas cosas habían pasado por mi vida, la muerte de mi madre y la inevitable separación de Raúl. A pesar de esto mi vida era activa e interesante, porque mi trabajo ocupaba mi tiempo y mi pensamiento, manteniéndome ocupada.  A lo lejos vi un  faro , su aspecto blanco con franjas rojas me llamó mucho la atención, me encantaban las historias que se contaban alrededor de estas edificaciones y de sus cuidadores que con gran esmero trabajan en ellos. La arena blanca y el mar azul, hacía que  el faro  se viera deslumbrante, me acerqué a su puerta, toque con fuerza pensando que el cuidador estuviera dormido y nadie contestó. La puerta se abrió y subí por sus escaleras circulares de madera, la cual crujían a cada paso.  En la medida que subía cada peldaño,  el viento se hacia más fuerte, su silbido era como una melodía, que se colab...

UN MONSTRUO EN LA CIÉNAGA

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  Las últimas luces del día se despiden de la playa, las garzas y los flamencos dejan una estela rosada por el cielo. Las tortugas buscan refugio en las frescas piedras y el croac–croac de las ranas arrullan a los animales que conviven en la ciénaga. Los manglares dan la despedida al día, purificando el agua contaminada, moviendo con las mareas aquello que pudre sus entrañas, ayudando a todos los seres que se encuentran entre sus raíces a tener aguas cristalinas. Se respira paz y tranquilidad, la luna aparece tímidamente, creando un ambiente relajante y armonioso.   La vida silvestre de la ciénaga se duerme con la cálida brisa de mar que llega hasta sus orillas. Entre tanto a lo lejos, en la planta petrolera se escucha una explosión, una luz incandescente, fulgurante sale de sus chimeneas, por debajo del mar, donde se encuentra una maraña de tubos, un monstruo aceitoso se escapa del lugar. El monstruo al verse libre, recorre los parajes de la ciénaga, come sus manglares ...