El ocupante del faro.

  





Caminaba por la playa plácidamente, las olas del mar estaban fuertes y la brisa alborotaba mi cabello.

Me sentía triste, muchas cosas habían pasado por mi vida, la muerte de mi madre y la inevitable separación de Raúl.

A pesar de esto mi vida era activa e interesante, porque mi trabajo ocupaba mi tiempo y mi pensamiento, manteniéndome ocupada. 

A lo lejos vi un faro, su aspecto blanco con franjas rojas me llamó mucho la atención, me encantaban las historias que se contaban alrededor de estas edificaciones y de sus cuidadores que con gran esmero trabajan en ellos.

La arena blanca y el mar azul, hacía que el faro se viera deslumbrante, me acerqué a su puerta, toque con fuerza pensando que el cuidador estuviera dormido y nadie contestó.

La puerta se abrió y subí por sus escaleras circulares de madera, la cual crujían a cada paso. 

En la medida que subía cada peldaño,  el viento se hacia más fuerte, su silbido era como una melodía, que se colaba por las hendiduras de madera. 

Cuando llegue arriba, donde se encontraba la fuente de luz me encontré con un hermoso paisaje, el sol se estaba ocultando en la bahía, el cielo se convirtió en una poesía de colores, las gaviota revoloteaban en una danza, como si estuvieran dando las gracias a Dios por tan bello paisaje, a lo lejos se veía un velero, que navegaba como si estuviese flotando en las espumas del mar.

Me quedé un rato embelesada con la bahía, de repente veo a un chico al otro lado del pasillo, me acerco sin hacer ruido y lo saludo, el me miró como si nada, no le sorprendió mi visita.

Era un chico moreno, de baja estatura, con ropa de pescador, un poco deteriorada, su sonrisa era genuina, en sus ojos evidenciaban cierta tristeza.  

Miraba la bahía como si estuviese buscando algo.

Le pregunte: - ¿Cómo estas? - no me respondió -  seguía ocupado en visualizar el mar detenidamente. 

Se alegró al ver una lancha, saltaba contento, me miraba y señalaba la lancha, en ese momento me percaté que era mudo. Alguien conocido llegaba allí.

Ya anochecía, la luz empezaba del faro a resplandecer con más fuerza, guiaba la lancha hacia la orilla. 

El chico hacia un esfuerzo con los brazos para que se fijaran que estaba allí,  sin embargo, en la lancha nadie se  percató de su presencia. 

La lancha siguió su camino sin percatarse del chico. 

El chico desesperado, empezó a llorar, yo empecé a gritar para ayudarlo pero realmente estábamos lejos. Le dije no te preocupes, te voy a ayudar.

Aquel chico no me comprendía y su angustia era muy grande, sentí pena por él. Me acerqué a él y lo abracé, sentía su cuerpo frío, me abrazó quedándose  unos minutos,   me sonrío y se devolvió a mirar la bahía. 

Necesitábamos salir de allí, empezaba a oscurecer, debíamos volver. Intenté convencerlo para que bajara conmigo y no lo logré. Me dio pena dejarlo allí.

Bajé rápidamente y me fui al hotel.

Al día siguiente volví al lugar preocupada,  y al llegar al faro le pregunte al cuidador si anoche había visto a un joven en la cima, me dijo que no, nadie había estado allí. Era imposible, porque aquel  faro tenia la escalera podrida y nadie podía subir. 

Le dije que yo había subido, la escalera estaba bien y le conté del chico mudo.

Me dijo: - ¡Ah, ese es el fantasma del faro!, un chico mudo que intenta llamar la atención de los botes, lanchas y pesqueros para que encallen en la orilla. 

- Muchos lo han visto de lejos, pero me asombro que usted se hubiese acercado tanto. Usted debe ser muy especial, posiblemente la atrajo para darle serenidad a su alma atormentada.

Me fui de allí asustada, pensando que había tenido una experiencia sobrenatural, sin embargo pensé mientras caminaba, que para esa alma en pena, fui un faro en su  profunda oscuridad. 


Te invito a leer mi libro: "Descubre lo extraordinario en ti"




Comentarios

Entradas populares de este blog

UN MONSTRUO EN LA CIÉNAGA

Tu cielo

Dejaste de buscarme por las noches.