Viejo, mi querido viejo



por Mariene Piñero


Todas las etapas de la vida son importantes pero es en la tercera edad donde descubrimos el verdadero amor de nuestros seres queridos y donde necesitamos de los demás. El anciano en esta etapa se convierte en un ser indefenso. Nosotros nos convertimos en padres de nuestros padres, tolerando su irritabilidad, sus descuidos por torpeza, sus protestas sin razón, los largos cuentos de su vida, recordando sus anécdotas como si fuera ayer, realmente son como niños. 
En un vídeo que pasaron en whatsApp, se refleja la poca tolerancia que les tenemos a nuestros viejos, en él se ve a un padre con su hijo sentados en una plaza y el padre le pregunta:
- ¿Qué es lo que suena en los árboles? 
 El hijo le responde: un pájaro. 
 Se lo pregunta 4 o 5 veces, ya en ese punto el hijo le grita: YA TE LO DIJE: UN PÁJARO.
 El Padre le muestra un diario que llevaba de la crianza de su hijo que decía: Hoy mi hijo pequeño, preguntó 50 veces, qué sonaba en los árboles y 50 veces le respondí: es un pájaro...  El hijo al ver su poca tolerancia se puso a llorar y lo abrazó. 
Seamos sensibles ante las necesidades de nuestros ancianos, ya que algún día llegaremos a esta edad y no sabemos de quién podamos apoyarnos, cuidemos de ellos y no permitas que se sientan solos, ya que es muy dolorosa la soledad en esta etapa.
Los ancianatos, constituyen los hogares más populares para nuestros abuelos, sin embargo es importante evaluar su calidad de vida en ellos, ya que eso va a repercutir en su salud emocional y física. 
  Para crecer emocionalmente debemos conocer nuestra familia, nuestros ancestros, sus historias, debilidades, fortalezas, enfermedades y traumas, ya que pudiésemos repetir en nuestra vida algún reflejo de nuestros árbol genealógico o generacional. Son los abuelos los que nos proporcionan esa información, los que reflejan los rasgos y costumbres de nuestros familiares. 
Es importante para sanar heridas emocionales, honrar y respetar la vida de los que nos precedieron. Así podremos continuar con su legado de manera más ligera y dejar una marca personal en el mundo. Los ancianos representan la sabiduría y el amor incondicional ya que no “crían", en algunos casos "malcrían", dejando el trabajo de la crianza a los padres. Sin embargo su aporte es invaluable ya que nos dan lo mejor de su vida, su "experiencia". 
En la época Griega, los ancianos eran los que educaban a los más jóvenes, era regular consultarles sobre los diferentes asuntos del estado, respetando su amplia y vasta experiencia, eran valorados y queridos, esto debe ser la premisa en nuestra modernidad, ya que ellos nos dejaron su legado con su trabajo y esfuerzo. 
Amemos y cuidemos a nuestros abuelos. 

Valoremos al anciano y su don de regalarle su historia a la humanidad.

La foto del texto es mi amado Padre: Rafael Piñero. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi día perfecto

EL primer amor.

Guacamayas de mi tierra