La culpa es mía, no de la vaca



Pobrecita vaca que ni sabe que cada vez que no nos hacemos responsables de nuestros errores propios, chistosamente es ella de quien se supone la culpa.   Somos humanos y una cosa que hacemos bien es ser “imperfectos”,  nunca dejaremos de cometer imprudencias o de no hacer lo que se supone que tendríamos que hacer en algunos momentos de la vida. 

Es normal para la mayoría no querer demostrar nuestras equivocaciones frente a los demás, da vergüenza, nos condena, nos hace vulnerables ante los otros.

Es mejor y más fácil no aceptar la responsabilidad por nuestras faltas, faltas que se suponen fuera de lo establecido por la mayoría, que pudieran en algún momento lastimar a alguien u ocasionar inevitables consecuencias.  La vida nos exige compromiso con los demás y nosotros mismos,  ser francos y valientes en todo momento, nos hará ser más apreciados y fuertes.

Pero también hay personas que llevan consigo un sentimiento de culpa más destructivo,  esa culpa que se acoge como un grave error y podría cargarse por un largo tiempo, impuesta por uno mismo, tan solo para autocastigarnos.  Es una culpa que elimina sueños,  ganas de vivir, que no deja respirar.  Es aquella que no le es útil a los demás y menos al que la vive en sus entrañas, no hace falta, es muy toxica.  
  
Dejemos pasar lo amargo, no nos detengamos a darle más importancia de la que se debe,  aprendamos a ver más las situaciones agradables, a disfrutar más de las personas que amamos, si nos equivocamos, pues corrijamos, lo hablamos, lo gritamos, lo olvidamos, pero seguimos adelante y más allá.

Marla Piñero
@marladisenos

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